17.5.09



Reflexiones en torno a la
Mística Cristiana
y a los, así designados,
fenómenos extraordinarios



Aniano Álvarez-Suárez
Presidente de la Pontificia Facultad Teológica Teresianum-Roma,
Doctor en Teología, Prof. ordinario de Antropología Cristiana.

Ficha Nº 10.
Primera Parte
0. Reflexiones preliminares

La presente reflexión sobre la mística cristiana, querría situarla en el ámbito del estudio de la santidad, en la que se manifiestan, frecuentemente, fenómenos y gracias sobrenaturales, que revelan una cierta experiencia mística, -una clara intervención de Dios-, aunque no siempre se trate de fenómenos sobrenaturales, que solemos llamar místicos. De aquí, la urgente y necesaria distinción inicial entre “mística” y “fenómenos místicos”. Intentaré, pues, presentar la presente reflexión dentro del ámbito de la experiencia cristiana, que propiamente llamamos mística, sobrenatural, caracterizada por una evidente acción de la gracia. Y el punto de vista específico de la reflexión será el del teólogo espiritual que habla sobre la “mística cristiana” y sobre los “fenómenos místicos”. 
(Continúa donde dice: "Más información"...) 



Hay otras especializaciones que están implicadas en la materia de los fenómenos místicos, como la medicina, la psicología, la psiquiatría, la ciencia del lenguaje, el simbolismo de las expresiones místicas e incluso la ciencia del diálogo interreligioso, por el parecido que algunas experiencias místicas tienen en el campo de la mística comparada. Trataré, pues, de ofrecer también algunos elementos no elaborados aún del todo, pero sin duda al servicio de las personas interesadas en este preciso campo específico.

Las fuentes de la presente reflexión serán, principalmente, además de las reflexiones personales, a partir del propio estudio y experiencia, la síntesis acerca de lo que hoy se encuentra escrito en los libros de mística
[1], teniendo, a la vez, siempre presentes las enseñanzas de los grandes maestros de la mística cristiana. Entre los manuales de Teología Espiritual que tratan el tema de la mística son particularmente interesantes las síntesis bien preparadas, amplias y equilibradas de D. G. Gozzelino SDB[2] y de F. Ruiz, OCD[3], así como recientes Diccionarios de Mística y colecciones de estudios místicos de reciente publicación. Para otras informaciones más completas es necesario, pues, remitir a los clásicos de la mística y a la voz “Mística” de los distintos Diccionarios de Espiritualidad[4].

Finalmente, el propósito que me mueve, con estas reflexiones, podría cifrarlo en la posibilidad de un encuentro gozoso con el vasto campo de la mística, a la luz de la Teología Espiritual y de la historia de la santidad cristiana, que invite a profundizar el tema y guíe en la comprensión de la perenne acción de Dios en la vida de sus siervos y siervas, en camino hacia la conquista de la vocación última: el encuentro, el diálogo y la comunión de vida con el Dios de la Vida y del Amor.




I. La Mística: El hecho, los contenidos, las modalidades, el discernimiento.

1. Algunas aclaraciones necesarias: ¿Qué es la mística?


La palabra mística, como sabemos, tiene diferentes significados, que convergen en un aspecto que podríamos llamar objetivo, mistérico, y en otro, que podríamos designar como subjetivo y experiencial.


La palabra mística proviene de «Myo» que significa cerrar los ojos o la boca; los ojos para no ver lo que es secreto; la boca para no revelar los secretos. Existe también la palabra mística como proveniente de «Myesis» o iniciación, y la palabra «mistagogo» y «mista» referida respectivamente al iniciador y al iniciado a los misterios o a las realidades escondidas. Podemos entonces hablar de mística remontándonos a « Myesis » o iniciación, y a «Mysterium »: el contenido del secreto al cual se es iniciados.


En este sentido, Mística, se refiere al misterio, al fondo imperceptible de la verdad, al que es necesario ser iniciados. En sentido cristiano se refiere al misterio escondido en Dios y ahora revelado en Jesucristo. Es una singular manifestación que Dios hace de sí mismo y de la plenitud de su vida que El mismo quiere comunicar. Se trata de una manifestación gratuita y benévola. En el ámbito cristiano, la mística está relacionada con la Revelación divina, comunicación a la vez de verdad y de gracia. Es la plenitud del misterio cristiano proclamado en la fe de la Iglesia a partir de la revelación, celebrado en la liturgia, especialmente en el ámbito de los sacramentos, vivido en la experiencia cristiana como vida en Cristo o vida en el Espíritu Santo, pero también posiblemente percibido de manera sobrenatural por una gracia carismática concedida por Dios. Tal experiencia mística se pone también bajo el discernimiento de la Revelación y del magisterio eclesial, justamente porque se vive este misterio cristiano en la Iglesia, en su verdad y en su vida, en su comunión y en su misión. (LG 12 y DV 8). Hoy se habla también de experiencia mística no cristiana para designar aquéllas experiencias altísimas de lo divino que se manifiestan algunas veces fuera del cristianismo.


Inspirándome en F. Ruiz, me permito afirmar que, entre las características sobresalientes de la mística cristiana respecto a otras místicas o formas de mística, H.U. Von Baltasar señala estas tres principales, resumidas brevemente por E. Ancilli:
[5] y que demuestra que la mística cristiana está fundada explicita y conscientemente en la gracia de Cristo, como participación de la vida trinitaria, que se hace consciente de esta realidad en la experiencia:

* La experiencia mística cristiana es y aparece como puro don de Dios. El místico no cristiano atribuye un grande valor a las varias técnicas de la meditación y de la ascesis, al esfuerzo humano para alcanzar los estados de unión. El hombre bíblico no tiene conciencia de tomar la iniciativa para alcanzar particulares experiencias religiosas o una inmersión mística en Dios, sino sabe que es Dios mismo el que tomando la iniciativa va en busca del hombre, exigiendo de él una rápida disponibilidad a la escucha y a la obediencia.

* En la mística cristiana no hay “diástasis” o separación entre espíritu y materia, porque en el designio de Dios, las dos esferas del cielo y del mundo no son extrañas. Las diferentes corrientes místicas no cristianas proponen a veces una liberación de la materia considerada esencialmente mala para convertirse en “pneumáticos” y alcanzar la unión con Dios sin la carga negativa de lo material y del mundo.

* La tercera diferencia se encuentra en esto: la mística no cristiana, generalmente parece que es individualista, finalizada únicamente a la relación con lo divino. La auténtica mística cristiana rechaza todo individualismo y tiende siempre a la comunión de amor que se manifiesta en un aspecto social, eclesial: el acto de la contemplación no se limita a la relación con Dios, sino a un profundo, escondido influjo sobre la Iglesia y la humanidad .

Hay que subrayar que mística es también no solo el don, sino también la iniciación a la comprensión escondida del don recibido, en la cual el elegido o mysta, recibe la myesis o iniciación, a través del iniciador o mystés o mistagogo. En este caso la iniciación al misterio de Dios, a su verdad y a su vida, al designio o proyecto de su voluntad, es necesaria para entender lo que Dios puede y quiere hacer en la vida de una persona. De aquí la necesidad de la guía y del discernimiento espiritual.

En el ámbito cristiano podemos decir que todo cristiano no solo vive en el misterio, sino que es iniciado y habilitado a la comunión con el misterio, a partir del conocimiento mismo de la verdad, por medio de la fe y la efectiva iniciación cristiana sacramental. Por esto el bautismo es llamado «photismos», iluminación y la celebración de los sacramentos del bautismo, de la confirmación y de la eucaristía se llaman “iniciación cristiana”.
[6] Sin embargo, quien recibe la gracia sacramental, tiene que abrir su corazón y su mente a la acción poderosa de los misterios en su vida. De aquí la necesidad de la dirección espiritual y del discernimiento eclesial.

Mística significa también, entre otras cosas, la experiencia en cuanto gracia revelada y donada, y entonces en algún modo pasiva, provocada por Dios, gratuita; y supone una fruición, un gusto, una inteligencia del misterio y de la acción de Dios. Se manifiesta, entonces, de una manera más bien «misteriosa», o sea, que viene del misterio, de la revelación y comunicación gratuita de Dios, que depende solo y exclusivamente de la libertad de Dios en el revelarse y en el donarse, Se trata de un conocimiento y de una experiencia que no se alcanzan con nuestros méritos y con nuestras técnicas. Si así no fuera, Dios no sería libre de donarse a quien quiere, como quiere y cuando quiere, según la famosa expresión de santa Teresa de Jesús
[7]
. Conviene, pues, distinguir entre el misterio, la habilitación al misterio y el modo fenoménico de experimentarlo.

La mística, en las dos primeras acepciones, pertenece a la vocación cristiana ordinaria. Se puede hablar también de una mística ordinaria de la cotidianidad, en la liturgia y en la vida, según la vocación de cada uno. La mística, como experiencia fenoménica superior, es del orden de los carismas o gracias especiales, que son dadas para una percepción más intensa de la verdad, para una santificación más profunda, obra de Dios en Cristo, para algunas misiones especiales en la Iglesia o para ofrecer en ella el testimonio profético o sapiencial del misterio cristiano. Normalmente, en esta acepción se habla de formas extraordinarias de percepción de los contenidos de la verdad y de la vida del misterio cristiano, de su comprensión y comunicación, de la transformación de la persona mediante tales gracias, y de la efectiva trasmisión de esa misión recibida. Se trata entonces de los fenómenos místicos.

Puede haber una experiencia mística que podemos llamar “teológica” que consiste en el conocimiento superior de los misterios de Dios y de la humanidad, siempre a la luz de la revelación. Y hay una mística que se manifiesta también como “soteriológica”, es decir como experiencia de perdón, de salvación y transformación, de participación en el misterio pascual de Cristo y en la misión de la Iglesia como acción (mística apostólica de evangelización y acción carismática) o como sufrimiento (mística apostólica de “compasión” o de “expiación”, siempre en comunión con la pasión de Cristo)

Es necesario entonces puntualizar esta terminología. Un modo de acercarnos al tema es considerar la experiencia cristiana... mística. Se trata de la experiencia de la vivencia cristiana, calificada por su percepción mística, extraordinaria. O bien se trata de valorar la experiencia mística... cristiana, o sea la experiencia extraordinaria, pero caracterizada por sus contenidos explícitamente cristianos tanto objetivos ( la revelación de los misterios) como subjetivos ( la acción de Dios y la respuesta humana, con toda la libre acogida y toda la resonancia en la totalidad de la persona, incluida su propia sensibilidad corporal).

2. Colocación y valoración de la mística a la luz del reciente Magisterio de la Iglesia

a.- La Constitución Lumen Gentium

A pesar de que no se encuentre una doctrina clara y desarrollada sobre la mística en el ámbito del reciente Magisterio de la Iglesia, o en la doctrina del Vaticano II, podemos tomar como puntos de referencia algunos textos, con el fin de verificar la importancia de la mística también en al ámbito del misterio y de la santidad de la Iglesia.


La primera referencia necesaria la podemos encontrar en el ámbito de la dimensión carismática de la Iglesia y de la acción del Espíritu Santo en ella con sus carismas. El Espíritu Santo, afirma el Vaticano II, provee a la Iglesia de diferentes dones jerárquicos y carismáticos
[8]; el mismo Espíritu Santo dispensa también entre los fieles todo tipo de gracias especiales; son algunos carismas, extraordinarios o también más simples y más ampliamente difundidos; estos dones extraordinarios no se deben pedir temerariamente, ni se deben esperar con presunción de ellos los frutos de los trabajos apostólicos. El juicio o discernimiento sobre su autenticidad y sobre su ordenado ejercicio pertenece a los que presiden en la Iglesia[9].

b.- La Constitución dogmática Dei Verbum

En el ámbito de la tradición viviente de la Iglesia que crece bajo la guía del Espíritu Santo, en la Iglesia, como comunidad viva «que cree y que ora», la comprensión tanto de las cosas como de las palabras transmitidas se realiza, sea con la contemplación y el estudio de los creyentes que la meditan en sus corazones ( cf Lc 2, 19.51), sea con la íntima comprensión de las realidades que experimentan, sea con la predicación de aquéllos que con la sucesión apostólica han recibido el carisma cierto de la verdad
[10].

Los místicos se colocan en este ámbito. Son la presencia viva en medio del pueblo de Dios de un carisma eclesial particular, el de la “epignosis” (Fil. 1,9) o conocimiento superior del misterio de Dios, mediante el Espíritu; esos hombres y mujeres están al servicio de la Iglesia entera; son un testimonio del Dios viviente que conduce, también mediante su vida, a la plena comprensión de la verdad. Su conocimiento de Dios es también experiencia de amor, conocimiento connatural mediante la comunión en la fe y en la caridad, porque Dios se comunica a la mente y al corazón. Y por esto en la teología del Vaticano II la Constitución sobre la Divina Revelación, Dei Verbum, ha puesto el acento sobre la « la experiencia sobrenatural de las palabras y de las realidades transmitidas », como una de los caminos que el Espíritu Santo mantiene siempre abiertos en la Iglesia «que cree y que ora» para una profundización y un crecimiento de la comprensión de la revelación, que no es otra cosa que la comunicación misma de Dios, verdad, vida y amor. Los místicos se colocan en esta profundización de la verdad, gracias a la experiencia particular suscitada por el Espíritu. Se reconoce en este texto la importancia del carisma de la experiencia sobrenatural de los místicos, junto a la del magisterio de los pastores y al estudio y reflexión de los teólogos o la del sentido profundo de la fe de quienes perciben el misterio con la oración la contemplación.

La Comisión Teológica Internacional ha puesto en evidencia el valor de la experiencia cristiana y ha afirmado que la penetración del misterio cristiano «está sugerida, sostenida y dirigida por la actuación del Espíritu Santo en la Iglesia y en los corazones de los cristianos concretos. Tiene lugar a la luz de la fe; está impulsada por los carismas y por el testimonio de los santos que el Espíritu de Dios otorga a la Iglesia en un tiempo determinado. A este conjunto pertenecen también el testimonio profético de movimientos espirituales y el conocimiento interno, que procede de una experiencia espiritual de los laicos que están llenos del Espíritu de Dios»
[11] . La experiencia mística puede ser colocada también en este ámbito preciso y tiene una importancia particular allí en donde el fenómeno de la santidad calificado por la Iglesia es frecuentemente unido a carismas de conocimiento y de experiencia del misterio cristiano. Pablo VI en una audiencia de los miércoles, el 9 de septiembre de 1970, antes de proclamar a Santa Teresa de Jesús y a Santa Catalina de Siena, Doctoras de Iglesia, dedicó una hermosa reflexión al tema del conocimiento místico de Dios, como brilla en la escala que va desde la búsqueda racional a la experiencia mística[12].

c.- El Catecismo de la Iglesia Católica

El Catecismo de la Iglesia Católica ha dedicado un sugestivo número al concepto de mística cristiana. Es un sintético parágrafo que se encuentra en el ámbito de la tercera parte, dedicada a la moral cristiana, como vida en Cristo. El Catecismo ofrece, también, una especie de definición de la mística, que expresa bien las acepciones de la mística cristiana reportadas más arriba, cuando afirma en el ámbito de la exposición acerca de la santidad cristiana cuanto sigue: “El progreso espiritual tiende a la unión más íntima con Cristo. Esta unión se llama «mística», porque participa al misterio de Cristo mediante los sacramentos «los santos misterios» y en él al misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta íntima unión con él, aunque si solamente a algunos les son concedidas gracias especiales o signos extraordinarios de esta vida mística, con el fin de manifestar el don gratuito hecho a todos”
[13] (n. 2014). En este texto se subrayan varias cosas. Ante todo, la vocación universal a la mística como participación de la vida en Cristo: la mística, como participación al misterio de Cristo; la iniciación a tal misterio, mediante los sacramentos, como realidades abiertas a todos; el don reservado a algunos mediante gracias especiales o signos extraordinarios en el ámbito de los testimonios eclesiales.

Por otra parte se pone de relieve la dimensión carismática de tales dones, que es justamente el testimonio eclesial de los místicos: una experiencia mística eclesial en vista del testimonio de cuanto los otros viven en el ámbito ordinario de la fe y de la caridad.

d.- El Documento Orationis formas (15. X.1989) de la Congregación para la Doctrina de la Fe

Este importante documento sobre algunos aspectos de la meditación cristiana contiene varios puntos de referencia y algunos criterios de discernimiento sobre la mística. Me limitaré a enumerar algunos puntos para leer con atención, con el reenvío a las notas explicativas de dicho documento
[14]
.

· n. 14.
Posibilidad y límites de la unión mística con Dios. El documento fija una posibilidad y un límite. El límite está precisamente en la imposibilidad de una mística, a la luz de la revelación cristiana, que sea una simple absorción de Dio en el hombre o del hombre en Dios. Sería ir contra la libertad y majestad de Dios y contra la misma libertad del hombre. La posibilidad es la que nace del mismo misterio trinitario en el que las personas de la Trinidad mantienen la comunión en la unidad y la distinción de las personas. A imagen de esa comunión trinitaria se da una posibilidad de unión mística, ya que somos llamados a ser imagen y semejanza de Dios en el Hijo y se nos ofrece esa comunión íntima a través de la Eucaristía.

· n. 21. Posibilidad y límites de las gracias de iluminación. El cristiano mediante el santo bautismo es un “iluminado”, un iniciado a los misterios. El bautismo es fuente de la contemplación. Sin embargo la contemplación cristiana queda siempre en el ámbito de la fe y no puede superar el conocimiento de los misterios revelados. Es una contemplación al servicio de la revelación.

· n. 22. Posibilidad y límites de la mística. El bautismo-confirmación y la eucaristía son los misterios que objetivamente realizan la unión con Dios, la comunión trinitaria. Todas las formas de unión con Dios están fundadas y supeditadas a estos sacramentos o son una realización de la gracia sacramental de esa comunión en la vida de cada uno hasta las cimas de la experiencia mística.

· n. 23. Carácter de gratuidad de la mística. La mística cristiana se recibe como don de Dios. No hay técnicas que la puedan conseguir con las fuerzas humanas. Por eso hay que acoger con gratitud esos dones de los que la persona humana se siente indigna.

· n. 24. Gracias místicas de los fundadores. En la vida mística y carismática de la Iglesia hay gracias especiales místicas que con frecuencia son gracias de paternidad y maternidad espiritual que Dios concede, por ejemplo, a los fundadores y fundadoras cuya gracia tiene que difundirse en los que participan del carisma. Sin embargo hay gracias estrictamente personales de los Fundadores, a las que no siempre tienen acceso los seguidores espirituales del carisma.

· n. 25. Distinción. Gratuidad. Dimensión santificante. Discernimiento. El cristiano posee por el don normal de la gracia los dones del Espíritu Santo y el Espíritu Santo como don altísimo. A estos dones se pueden añadir en determinadas personas gracias carismáticas místicas, que llevan consigo una carga de santidad personal. Todos los carismas están sometidos al juicio y reconocimiento de la jerarquía eclesiástica para que puedan contribuir al bien común.

· n. 30-31: Algunos criterios de discernimiento. Puede haber experiencias místicas purificadoras que se viven en la noche oscura y en la prueba. Hay que saber distinguir bien estos estados místicos de lo que podría simplemente ser fruto de negligencia. También Jesús alcanza la plenitud de la vida mística en su humanidad en el abandono del Padre. La humildad de María en el “Magnificat” nos da la nota esencial de la actitud del místico cristiano.

3. Algunas anotaciones doctrinales a los textos del Magisterio

1ª.- Está claro, a la luz de estas enseñanzas, que todos los cristianos tenemos una vocación a la mística en cuanto todos estamos llamados al conocimiento y a la experiencia del misterio de Cristo en la comunión eclesial. A todos nosotros, iniciados en su misterio mediante el santo bautismo, la confirmación y la eucaristía, así como por medio de los otros sacramentos, Dios ha dado la posibilidad, mediante el don de la fe, del Espíritu y de sus actuaciones peculiares que son los llamados “dones del Espíritu Santo”, de entrar en un cierto conocimiento de su misterio. Dios se dona librementee a nosotros de manera objetiva, pero sólo nos hace percibir la profundidad de este don en manera subjetiva, hasta un cierto punto y medida dentro de la gracia común a todos los bautizados. Todos estamos dotados de órganos sobrenaturales que nos permiten estar en comunión con Dios, ya que la fe, la esperanza y la caridad son virtudes teologales que con las operaciones del Espíritu Santo y de sus dones nos unen directamente con Dios. Todo cristiano por el hecho de estar injertado en el misterio de Cristo, está llamado a la contemplación de los misterios mediante la iluminación bautismal, participa del misterio de Dios en la objetividad y en la plenitud de la vida sacramental. A pesar de que no podamos decir que es un místico en el sentido más profundo y técnico que le damos a esa palabra, si la referimos a la experiencia mística sobrenatural.

2ª.- En el sentido específico de la presente reflexión, quiero evidenciar algunas distinciones importantes. Místico es aquel que tiene una experiencia sobrenatural del misterio, como don del Espíritu; una experiencia sobrenatural que se funda sobre la revelación y que entra en el ámbito de la fe; una experiencia mística no va más allá de la fe misma, ni de la «fides quae» objetiva de lo que creemos, ni de la «fides qua», con la que creemos. Sin embargo, mediante la fe, iluminada por la caridad, con la acción del Espíritu Santo, el cristiano puede descubrir aspectos inéditos no del todo entendidos, revelados, profundizados; tal experiencia requiere una actuación gratuita por parte de Dios, y una pasividad por parte de la criatura, en el sentido del «pati divina», sufrir lo divino, recibir el don, ser llevados a conocer el misterio, acoger lo que Dios manifiesta y al Dios que se manifiesta.

3ª.- Emergen, por lo tanto, dos notas características: el don de Dios, fruto de la absoluta gratuidad de su acción, el rendirse delante de Dios, que toma la persona y la introduce en su mundo. En este sentido la mística es un don, o mejor es un carisma; el carisma del conocimiento experiencial superior, una “epígnosis” (Fil 1,9) del misterio: un don del Espíritu, en vista de un bien común, de la revelación y donación a la Iglesia. Este don hecho a un fiel en la Iglesia y para la Iglesia, miembro vivo en su comunión de vida, que es conocimiento y amor, es un don carismático, para el bien común. Y es necesario que además de la verdad objetiva la experiencia sobrenatural tenga algunas características: la fuerza de la verdad, la absoluta certeza, la vitalidad del don, la belleza de la expresión, la inmediatez de la percepción, la fuerza santificante. Todo acompañado por una profunda humildad y un deseo absoluto de ser confirmada tal experiencia por la Iglesia en la verdad percibida.

4ª.- Por esto, tratándose siempre de una experiencia humana, que nos llega y se percibe a través de nuestra psicología, la mística tiene la necesidad de un discernimiento adecuado. Esto lleva inmediatamente a la luz la necesidad de conocer de manera objetiva, ya sea el aspecto psicológico de la mística, ya sean las modalidades humanas de la percepción, como también el necesario discernimiento, no solo de la objetividad y verdad del misterio comunicado, sino también de la efectiva sobrenaturalidad de tal comunicación subjetiva, aún admitiendo que se trate siempre de una experiencia que acaece en lo humano. El organismo natural y sobrenatural de la persona humana está ya en algún modo habilitado para acoger y recibir estas comunicaciones de Dios. La vida de gracia, las virtudes y los dones son esta habilitación sobrenatural. Los frutos de santidad son sus manifestaciones evidentes de la acción de Dios en la persona. El modo con el cual Dios se comunica es un don sobrenatural, pero según nuestras posibilidades: espirituales, mentales, físicas, psíquicas, somáticas. De aquí viene la dificultad que existe en la evaluación de los fenómenos místicos, ya que se trata de evaluar el modo psicológico de la percepción. En efecto, mientras para todo lo que tiene que ver con el elemento objetivo, los contenidos de verdad y de gracia que pueden estar en conexión con la fenomenología, pueden ser válidos algunos criterios de ortodoxia y de ortopraxis (verdad de las cosas dichas, frutos de santidad), la cuestión del discernimiento psicológico es mucho más difícil, en vista de la complejidad de la psique humana y la posibilidad que ella misma tiene de acoger una experiencia sobrenatural ordinaria, en el ámbito del conocimiento y de la experiencia con posibilidades latentes en el organismo sobrenatural de la gracia.

5ª.- Por esto, una persona, incluso con toda su buena voluntad, podría correr el riesgo de elaborar por su cuenta intuiciones y experiencias, al menos hasta un cierto punto con la convicción de que se trata de cosas divinas, místicas, mientras que se trata de experiencias que entran en el ámbito de una experiencia ordinaria cristiana. Existe la posibilidad de proyectar como experiencias divinas lo que son solamente una elaboración subjetiva de sentimientos humanos y de fenómenos psicofísicos, posibles a nivel simplemente humano, sin que nada tenga que ver una experiencia sobrenatural que llamamos mística. Existe, en fin, la posibilidad de un cierto engaño que podría venir del influjo del mal y del maligno. Es necesario, pues, tener mucha delicadeza y atención en el juzgar si las cosas son de Dios o provienen de la psicología humana, con todas las posibilidades de la psique humana, o simplemente si son experiencias de la gracia en el ámbito de las posibilidades ofrecidas por la fe, sin sobrepasar las formas cualificadas de la mística.

Antes de su elección a la Sede de Pedro, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger había ya afrontado el tema de algunos aspectos de la mística en el caso de las revelaciones privadas. En ocasión de la ilustración de la tercera parte del llamado secreto de Fátima, hecha a finales del mes de junio del 2000, el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ofreció una serie de reflexiones muy interesantes sobre el tema, bajo el título “Comentario teológico”. Por la autoridad del autor y por la actualidad del tema, me permito remitir a este texto, ya retomado en algunas publicaciones, junto con toda la documentación restante sobre la tercera parte del secreto de Fátima[15].

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Notas:
[1] Cfr. al respecto, AA.VV., La Mistica. Fenomenologia e riflessione teologica, Città Nuova Editrice, 2 vol., Roma 1984; AA.VV., Mistica e misticismo oggi, Roma 1979; C. BECATTINI, Esperienza mistica e fenomeni mistici: Linee di interpretazione psicologica, in “La Mistica, II”, pp. 387-447; A. DE SUTTER, Mistica, in “Dizionario Enciclopedico di Spiritualità”, Città Nuova Editrice, Roma 1990, pp. 1625-1631; H. EGAN, I mistici e la mistica. Antologia della mistica cristiana, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1995; W. TRITSCH, Introduzione alla mistica. Fonti e documenti, Libreria Editrice Vaticana, Citt`del Vaticano, 1995.
[2] G. GOZZELINO, En la presencia de Dios. Elementos de Teología espiritual, Madrid 1944. Sobre todo el capítulo 6º del libro.
[3] F. RUÍZ SALVADOR, Mística y experiencia cristiana, in “Caminos del Espíritu. Compendio de teología espiritual”, EDE, Madrid 1998, pp. 435-501.
[4] En modo especial a algunas voces del Dizionario Enciclopedico di Spiritualità, (DES), Città Nuova Editrice, Roma, 1990, y al Diccionario de la Mística, Librería Editorial Vaticana, Roma 1998, además del clásico Dictionnaire de Spiritualitè ascètique et mystique, Beauchesne, Paris, ya completo con sus preciosos índices. Y una buena síntesis la encontramos también en el Diccionario de la Mística, Ed. Monte Carmelo, Burgos 2000.
[5] Un buen resumen de todos los problemas inherentes a la mística en F- Ruiz, Caminos del Espíritu, Madrid. Ed. de Espiritualidad, 1998, pp. 435-501. Por lo que se refiere a las diferencias acerca de la mística cristiana y no cristiana conviene quizá profundizar el tema.
[6] Acerca de la relación entre mística y sacramentos de la iniciación remito a mi exposición: La mistica dei Sacramenti del’iniziazione cristiana, in Aa.Vv., La mistica. Fenomenologia riflessione teologica, Roma, Cittá Nuova 1984, pp. 77-111.
[7] Cfr. SANTA TERESA DE JESÚS,Castillo Interior, 4M 1,2
[8] Cfr. Lumen Gentium, 4.
[9] Cfr. Lumen Gentium, 12.
[10] Cfr. Dei Verbum, 8.
[11] La interpretación de los dogmas (1988) III, 2, en Comisión Teológica Internacional, Documentos (1969-1996), Madrid, Bac, 1998, p. 447-
[12] Texto original latino en Insegnamenti di Paolo VI, Tipografía Poliglotta Vaticana, Cittá del Vaticano 1971, pp. 852-856; versión castellana en “Ecclesia” n. 1509, 19 de septiembre 1970, pp. 5-7.
[13] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2014.
[14] El documento se encuentra en las colecciones de documentos de la Iglesia, cfr. “Ecclesia” n. 2459, 20 de enero de 1990, pp. 30-38.
[15] Documentación completa publicada en “Ecclesia” n. 3004, 8 de julio de 2000, pp. 28-38. En italiano existe el folleto Il segreto svelato. Il messaggio di Fatima, Bologna, Ed. Dehoniane, 2000, pp.33-48.

1 comentario:

Mónica Benetti dijo...

Antes que nada, me han parecido claves las palabras con las que Aniano Álvarez-Suárez introduce al tema de la mística y los fenómenos extraordinarios. Señalando que la base está en la “[…] comprensión de la perenne acción de Dios en la vida de sus siervos y siervas, en camino hacia la conquista de la vocación última: el encuentro, el diálogo y la comunión de vida con el Dios de la Vida y del Amor.” Para mí ahí está todo... en cómo Dios se encuentra con cada uno, más allá de los fenómenos extraordinarios que tantos "buscan", que tantos esperan, y por buscar -como dice el refrán popular "los consuelos de Dios, dejan de lado al Dios de los consuelos". En este caso es lo mismo con respecto a las experiencias extraordinarias. Muchos sólo buscan eso y se pierden el encuentro personal y único con Dios. Creo que es importante que la gente tome conciencia de ello, para no terminar sumida en la decepción y en cuestiones secundarias que sólo son el resultado de la gracia divina.
Mónica Benetti

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